Las milenarias piedras del Puente
Romano sobre el río Albarregas y las que, junto con el rojo ladrillo, sustentan el Acueducto de los Milagros, se difuminan rodeadas de la densa niebla de esta
fría mañana en Emerita Augusta, capital de la antigua Lusitania romana.
El Puente sobre el río Albarregas
es una construcción que se supone coetánea a la fundación de la ciudad; mide
unos 125 m.
de largo por 7,90 m.
de ancho y tiene una altura de unos 6,50 m.
Servía de entrada y salida por el
norte de ciudad, dando acceso o formando parte de la Vía de la Plata y de la vía
que llevaba a Lisboa.
Debido al escaso caudal del río
Albarregas, su sencilla estructura de sillares almohadillados de granito solo
consta de 4 arcos, a los que posteriormente se le añadieron otros dos más
pequeños que servían de aliviadero ante las crecidas estacionales.
Aunque en fechas más o menos
recientes fue reformado con algunos añadidos en la parte superior, su estado
actual no parece que sea muy diferente del original.
El Acueducto de los Milagros se
construyó aproximadamente en el s. I de nuestra era para salvar el valle del
Albarregas.
Podría decirse que forma parte de
la obra hidráulica compuesta por el embalse de Proserpina, la torre del agua
(castellum aquae) y la conducción, tanto subterránea como superficial, de unos 10 ó 12 km. que tiene su inicio en
la presa de Proserpina y desemboca en una piscina limaria, donde el agua se
liberaba de las impurezas que arrastraba y reducía su velocidad, para después continuar un corto
trecho y enlazar con el propio acueducto que la conducía hasta la torre del
agua, situada en el punto de mayor altitud de esta zona. Desde aquí, el
preciado líquido se distribuía al sector oeste de la ciudad romana.
Dejando al margen su longitud
estimada en unos 825 m.
así como la fabulosa altura de sus pilares enlazados por arcos y que alcanzan
los 25 m.,
una de las principales peculiaridades de esta obra arquitectónica es la
constante superposición de cinco hiladas de sillares de granito y otras cinco
de ladrillos. Curiosamente todas las dovelas de los arcos están confeccionadas
también con ladrillos a excepción del arco situado en pleno cauce, cuyas
dovelas son de granito.
Dos magníficas obras que han superado el paso del tiempo, y que en estos
días se dejan acariciar por la gélida niebla que las envuelve y nos las ofrece
como un regalo de valor incalculable.
DSLR, 17-50 mm. f2,8 a f14 - 0,7s. ISO 100
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Mérida es una gran ciudad, de gran belleza y a la que da gusto volver. Y hablando de nieblas ;-) ... esta te ha quedado de lujo, parece sacada de otro tiempo, de aquellos de la antigüedad.
ResponderEliminarUn placer conocer tu blog, te sigo para no perder la pista
Un abrazo
Gracias, Ángel.
EliminarEstoy encantado de verte por aquí, con niebla o sin ella.
Seguimos en contacto.
Saludos.
Proserpina, conducciones, acueducto,... envueltos en la niebla evocan tiempos pasados en los que hicimos una intrépida incursión en la conducción subterránea de Rabo de Buey. Gran foto y grandes recuerdos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Si Paco, grandes recuerdos.
EliminarSolo que parece que han pasado milenios, joder !!!
A ver si nos vemos pronto, que no estamos tan lejos.
Un fuerte abrazo.